En "Brillantes, mujeres que iluminan", Martina Cornejo, es estudiante de segundo año de Astronomía, llegó a la universidad con la pasión por la ciencia y grandes expectativas, pero la transición a la vida en solitario en Santiago y la exigencia académica extrema la llevaron al límite.
Tras un deterioro progresivo de su salud emocional y física—marcado por el insomnio, la mala alimentación y rutinas autodestructivas—, Martina fue diagnosticada con trastorno ansioso. Su mayor dilema: ama su carrera, pero no sabe cómo manejar la autoexigencia que la hace dudar de su capacidad, incluso para postular a una ayudantía.
"Pasé por un período bien difícil de decir, ¿quién soy yo, en realidad? Como la validación académica no es solo yo, ¿qué más soy?", confiesa la joven.
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La Mentoría de Javiera: No Estás Sola
Martina encontró una aliada fundamental en Javiera Terro Grey, exalumna de la misma carrera, quien ahora se dedica a la mentoría. Javiera compartió su propia experiencia: haber pasado por un período de estrés tan alto que se manifestó físicamente en su cuerpo, dándose cuenta de que "no puedes ser buena en lo que haces si no te cuidas a ti misma".
Su mentora identificó rápidamente el problema de Martina como el síndrome del impostor, común en mujeres en carreras STEM, que las lleva a autosabotearse y a pensar que el mínimo error anula su mérito.
Recuperar la Tranquilidad y la Pasión
Javiera animó a Martina a buscar activamente el equilibrio. La llevó a un centro de juegos para desvincularse de la competitividad y, a través de actividades como tejer y jugar un Jenga con preguntas personales, la ayudó a disfrutar del presente y a dejar de postergar la felicidad.
El resultado fue revelador: Martina se dio cuenta de que le hacía falta el juego y la distensión. Incluso se reconectó con su hobby olvidado, el saxofón, tocando una emotiva melodía para su mentora como símbolo de su recuperación y su gratitud.
Ahora, con un nuevo enfoque, Martina trabaja en la divulgación científica en el Observatorio Manuel Foster, motivando a otras niñas y adolescentes a desarrollar sus talentos. Ambas coinciden en la misma aspiración: que en cinco años, Martina pueda mirarse al espejo y decir: "Me gusta quién soy y soy feliz".