En Fiestas de Nuestra Tierra, acompañamos a jóvenes de Pudahuel y Lo Prado que trabajan para mantener viva una de las tradiciones religiosas más emblemáticas de Chile: el Cuasimodo.
Esta celebración única en Chile rememora los días en que los sacerdotes recorrían los campos a caballo para llevar la comunión a los enfermos que no podían asistir a misa, resguardados por huasos y vecinos en una colorida caravana de fe.
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El Cuasimodo es historia familiar y memoria
Hoy, esa herencia se mantiene viva gracias a familias como la de Simona Ponce, una joven de 16 años que creció entre caballos, pañuelos y esclavinas. Para ella, el Cuasimodo es más que una tradición: es historia familiar, memoria de sus abuelos y un compromiso profundo con su comunidad.
A su lado está Franco Valenzuela, también de 16 años, quien este año asumió una de las misiones más importantes: acompañar al sacerdote para entregar la comunión a los enfermos. Una tarea que, más que un honor, es un acto de servicio y conexión espiritual con las personas que esperan la visita del Cuasimodo en sus hogares.
Pero la historia no queda solo en Pudahuel. En la vecina comuna de Lo Prado, la tradición se había perdido tras el fallecimiento del recordado padre Ramón. Sin embargo, un grupo de jóvenes —Lía, Agustina y Renato— decidió enfrentar el desafío de revivirla. Buscando orientación, acudieron a los cuasimodistas de Pudahuel, generando un lazo que terminó convirtiéndose en apadrinamiento.
Una mirada actual a un legado que sigue cabalgando gracias al entusiasmo y dedicación de sus protagonistas.
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