El rey Ramsés le tiene un gran cariño al general Disebek y por lo mismo, es benevolente a la hora de dictaminar una condena por haber engañado a Henutmire y por haber metido a Yunet al palacio a pesar de ser una prostituta.
Ramsés no puede ignorar el sufrimiento que le provocó Disebek a su hermana, pero a la vez recuerda el cariño que le tiene al general. Sin embargo, su posición no le permite mostrar debilidad y condena a Disebek al exilio de por vida.
Disebek se dirige a hablar con Paser para aclarar las cosas y a pedir perdón por todo lo que pasó. El sacerdote le dice que no tiene nada que hablar con él y le da un golpe en el rostro.
El general se dirige a hablar con Henutmire, le dice que siempre la amo a ella y que está arrepentido por todo. Nefertari por otra parte, le dice que durante mucho tiempo aguantó muchas cosas de él y que se arrepiente eternamente por haberlo hecho.
Disebek recuerda con nostalgia todos los momentos que pasó en el palacio y en el campo de batalla luchando por el faraón. Los guardias de palacio Ikeni y Bekenmut llegan para darle las gracias por los entrenamientos y para informarle que los soldados quieren despedirse de él. Pero Disebek se niega y se va en silencio.