Nadab y Abiú nunca sentaron cabeza, ni siquiera cuando fueron consagrados como sacerdotes de los hebreos. Cuando se desarrollaba la fiesta en el campamento, bebieron en demasía y tomaron una mala decisión. Desobedecieron las órdenes de Dios al ingresar fuego extraño al templo, y esto les provocó la muerte. Lamentablemente Aarón fue testigo del fallecimiento y como Sumo Sacerdote no pudo vivir el duelo.