El brasileño Rodrigo Alves desde pequeño que admiró la figura del "novio" de la muñeca Barbie, llamado "Ken" y mientras fue desarrollándose como adulto tomó la decisión de invertir tiempo, dolor y dinero en alterar su rostro y su cuerpo para ser idéntico a la figura de plástico.
Su historial incluye más de 43 intervenciones quirúrgicas, más de medio millón de dólares gastados en ellas y más de 100 procedimientos cosméticos. Estos han hecho que Rodrigo haya alcanzado su sueño ya que es conocido a nivel mundial como el "Ken humano".
“Me merezco una medalla por todo este trabajo. Valió la pena todo el dolor para alcanzar la perfección”, confesó al diario británico "The Mirror". Alves dice que esta obsesión por "Ken" proviene de una infancia difícil donde su autoestima se vio seriamente afectada.
“A los siete años me enviaron a un internado. Los niños me empujaban por las escaleras y metían mi cara dentro de un urinario. Tenía pechos como las mujeres y estaba gordo, feo y deprimido. Sólo quería estar aceptado por la sociedad y conseguir acercarme al ideal de belleza brasileño”, contó.
Rodrigo tuvo una experiencia cercana a la muerte cuando una bacteria lo afectó después de someterse a una cirugía para modificar sus bíceps, como consecuencia perdió parte de la sensibilidad en ambos brazos. “Me he preguntado si voy a morir en una sala de operaciones, pero también me he preguntado si voy a morir al cruzar una carretera”, comentó al respecto.
Las consecuencias de sus cirugías no han sido sólo físicas, sino que también han afectado la parte psicológica. Para financiar todas estas intervenciones, Alves ha tenido que recurrir a la herencia de sus abuelos españoles y a los ingresos que recibe por su trabajo en una compañía aérea y como modelo.
Esto le ha permitido mantener una vida de lujos y excesos, uno de ellos casi lo llevó a que uno de sus órganos fallara permanentemente. Según el diario Daily Mail, Rodrigo pensó que había generado un daño excesivo en su hígado debido al alto consumo de alcohol que frecuenta tener, debido a las fiestas a las que asiste.
Ahora, el brasileño es feliz cuando se mira en el espejo y no se arrepiente de ninguna de sus intervenciones. “La gente quiere fotos conmigo y me tocan. Me gusta la atención. Algunos incluso me piden consejos de belleza para estar mejor”, concluye.