En solo meses, Luis Jiménez perdió a primos, sobrinos y tíos, además de la vista del ojo izquierdo.
Luis Enrique Jiménez, sastre de profesión de 47 años en México, comenzó a presentar síntomas parecidos a los coronavirus en noviembre del año pasado, hasta que médicos le explicaron que era una infección cuya cura se podía hacer a través de inyecciones.
No obstante, y dado que las dolencias persistieron, se dirigió a urgencias del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, cuando presentaba una saturación de oxígeno -nivel de oxigenación de la sangre- menor al 80%. En ese momento, personal del recinto asistencial tomó la desición de intubarlo.
Según el hombre indicó, habían pocas posibilidades de que sobreviviera, ya que tenía el cerebro inflamado, neumonía, y las cavidades cardiacas inflamadas, además de lesiones en el hígado y riñón.
Ante esto, fue trasladado a Cancerología, lugar donde le sacaron la traqueotomía y sonda urinaria, además de la sonda que lo alimentaba, para comenzar con un suministro de suplementos y rehabilitación física.
Sin embargo, un daño colateral de la infección fue la que más le ha afectado, tanto en su vida diaria como en su trabajo a diario: a través de una tomografía se apreció que tenía un tumor empujando el nervio óptimo del ojo izquierdo, teoría que luego se descartó. Aún así, perdió la vista del ojo izquierdo de manera definitiva.
En concreto, las venas del órgano visual habían adelgazado, secándose la retina.
Según informó Milenio, Jiménez tuvo que “dejar prácticamente la sastrería, mi profesión. Me afecta bastante, de hecho trate de coser este fin de semana con mi máquinas coser que tengo en casa y lo hice todo chueco. La visión era muy importante para mantenerme, ahora estoy sin vista, sin trabajo, sin movilidad por la fatiga pero vivo".
"Jehová me dio otra oportunidad de estar con mi esposa, Georgiana Gutiérrez, con mis hijos Fernanda de 16, Amir de 12 y Angélica de 10 años de edad”, añadió.
11 muertos en su familia
Aún así, la suerte de Luis ha sido mejor que la de muchos de su familia. En específico, 11 integrantes de su círculo ya han muerto a causa del coronavirus desde que comenzó la pandemia.
Según él mismo cuenta, murieron dos primos, de 58 y 70 años respectivamente, sobrinos que eran hermanos a los 38 y 43 años, y recién el lunes pasado murió otro de 54, por nombrar algunos.
Los hombres, que antes de padecer el virus eran sanos, dejaron hijos adolescentes.
“Me siento muy triste porque dejaron niños indefensos, solos, jovencitos como adolescentes, viudas. Yo por eso cuando perdí mi ojo, y con todas las secuelas que tengo, agradezco a Jehová la oportunidad de estar con mi familiares. Es una nueva oportunidad de estar aquí, fue misericordioso conmigo, aunque tengo tres meses de laborar”, sostuvo el sastre.
En la actualidad, si bien ya pasó por el "ojo del huracán" de la infección, aún tiene dolores intensos en todo el cuerpo, fatiga y cansancio extremo.
Para mejorarse, está buscando un médico particular, además de un neumólogo para mejorar su capacidad pulmonar.