Las vacaciones en la casona de sus ancianas tías le enseñaron el valor de la naturaleza; las tardes de juegos en la plaza del pueblo, las horas de caminata por las viñas y las aventuras en el río Loncomilla, son la clave para apreciar la personalidad de este animador alegre y juguetón que murió a los 44 años, en el mejor momento de su carrera, a causa de uno de los accidentes aéreos más trágicos de la historia del país. Su despedida, en Santiago, fue multitudinaria y transmitida en vivo, siendo el animador más querido de la televisión chilena.
