Un artículo llamado "Diario de psicología infantil y psiquiatría" del profesor Gordon Harold, reveló que las peleas entre los padres son más dañinas para la salud física y emocional de los hijos a medida que estas se vuelvan más agresivas o haya un alejamiento notorio entre los progenitores.
El daño se produce principalmente por el estrés al que los niños se enfrentan a la hora de presenciar o escuchar las peleas. Entre las consecuencias están retrasos en el desarrollo del cerebro, trastornos del sueño, depresión, ansiedad y alteraciones en el comportamiento. El profesional agrega que éstas pueden empezar a una edad tan temprana como los 6 meses de vida.
Además el estudio manifiesta que los niños viven el proceso de manera distinta a las niñas, los primeros suelen experimentar problemas de comportamiento y las segundas se ven más afectadas emocionalmente.
Harold agrega que el silencio o el enfriamiento de la relación entre los padres, y que aquellos niños que ven peleas menos intensas pero de forma continua también puede causar que los hijos sufran problemas emocionales.
El estudio también revela que a pesar de que se intente mantener las discusiones en privado los niños suelen detectar fácilmente el comportamiento de los padres. Además son rápidos en interpretar o entender las causas y consecuencias de los enfrentamientos.
Para evitar el daño que producen las peleas, el profesor recomienda que es importante encararlos y explicar los problemas de forma pedagógica, es decir, dar a entender que los desacuerdos son normales, entregar argumentos válidos de por qué ocurrió y que hay formas de resolverlo.
Es vital que los niños entiendan la situación, ya que la forma de actuar de los padres se verá reflejada en cómo los niños resuelven sus propios conflictos a futuro.